Estaba allí
meditabundo, mirando a las nubes, ayudando
a que el alzhéimer llegue pronto, porque según los doctores, el permanecer
pensando en silencio es causal de la aparición del alzhéimer de manera más
rápida. Era un día normal compartido con una persona en especial y con muchas
otras en general.
Todo avanzaba en aquella mañana de manera corriente, el
complejo proceso de encender el carbón, el temblar del cuerpo con el constante
abanicar de una tapa de olla para encender la llama o mantener la brasa, el
común quemón al internar darle la vuelta a un plátano que ya está listo. Todo
iba como debe ir un día de asado.
En algún
momento caí en la cuenta de que ese día había presenciado algo de lo que
considero el fundamento de una de mis convicciones más fuertes, algo que había
dejado pasar mi simple mirar de las cosas pero que mi subconsciente se encargo
de traer a la mente y ser plasmado en estas líneas posteriormente.
Él estuvo
metido en todo, ayudó consiguiendo cualquier cosa para prender el fuego en el
carbón, ayudó soplando con la tapa, jugaba, hablaba con todos con una gran
afinidad. Tenía una gran voluntad para compartir y colaborar, cosa que se
afirmó cuando contaron que ayudaba hace tiempo en un negocio familiar con los
domicilios que solicitaban, sin descuidar sus estudios claro está; decía él en
sus palabras: “yo terminaba de estudiar y me iba a ayudarles a mis papás llevando
los pedidos en la cicla”. Él y sus padres contaron varias anécdotas sobre aquel
negocio familiar, y en ninguna de ellas se notó que Nicolás, el niño de 13
años, manifestara que hubiera sido una obligación, siempre se apropiaba de los
relatos dando a entender que era su voluntad estár presto para cualquier
menester. Igual a como lo hacía en el asado.
Soy como
muchos colombianos, creería que todos, el que quisiera que a diario las
noticias dejaran de hablar de guerra, corrupción y pobreza, el que como muchos
o todos los que viven en este país quiere un cambio, y ese cambio creo que llega, no por las vías de hecho, sino por
un cambio en la infraestructura del pensamiento de cada una de las personas,
pero ¿Cómo hacer entender a un político que mientras él se dedica a la
corrupción, su pueblo vive en miseria? Es mejor mantener en los niños como Nicolás
el espíritu de la colaboración la honestidad y el respeto, niños como Nicolás
son, a mi modo de ver, la solución a un
futuro que quizás no veré, pero en el cual trato de dejar una semilla por medio
de un mensaje.
Enseñarles a
los niños a hacer lo difícil es el mensaje, porque es muy fácil iniciar una
pelea, lo difícil es contenerse, es fácil empezar a robar, lo difícil es tratar
de conseguirlo honestamente, es más fácil pensar en llenarnos de armas y
empezar una guerra por tomar el poder, porque como dice Residente el cantante
puertorriqueño: “las balas son igual de baratas que los condones”, lo difícil
es alejarse de ellas. El mundo está tan corrompido que lo más difícil es hacer
algo diferente, la maldad se convirtió en la lógica, en un sentido común para
los colombianos, y los niños lo perciben así. Niños como los de un colegio en
Medellín a quienes preguntaron por Pablo Escobar, respondiendo no sólo
conocerlo sino además de eso admirarlo y calificarlo de “Un Duro”, culpa de los medios y del descuido de los padres, y
de todo aquel colombiano que se dedique a alimentar a los medios con el llamado
Rating observando tanta porno-novela o narco-novela, en donde los protagonistas
son los malos, causando que los niños crezcan queriendo ser narcos. Hagamos lo
difícil, no sigamos estos medios.
Familias como
las de Nicolás en la que se ve un sincero amor y respeto por su hijo
enseñándole con la conducta propia a no ser una persona deshonesta, son el
cambio. Cada vez que podamos aconsejar algún niño o joven tomémonos la molestia
de pedirle que haga bien las cosas, a no ser deshonesto, que no se sienta listo
por la estupidez de hacer el mal a alguien más, de no negarse a ayudar cuando
tiene todas las ventajas para poderlo hacer. Hay que creer en cambiar esa
infraestructura del pensamiento colombiano del facilismo, pues si se mantiene
en nuestro ser la bondad y honestidad de manera incorruptible podremos
recuperar a futuro tanto de humanidad que hemos perdido.
Creo en
Nicolás, en Jonathan, Fernanda, Mateo, Luceni, Laura, Esteban, Tatiana, Valery,
Oscar, Juan, y tantos otros niños que conozco y que sé que hacen las cosas
bien, son quienes me enseñan que en ellos el cambio social se puede lograr si
entre todos mantenemos el carácter de hacer lo difícil. No es una solución
inmediata pero es una parte necesaria para lograrlo, es la base, el fundamento
de mi convicción, trabajar porque los niños no pierdan al crecer el sentido de
compromiso y la humildad, para hacer de este mundo algo mejor.
En resumen, es
a las familias, a los colombianos que
quieren un cambio, a quienes se hace el llamado de dar este mensaje y ser el
ejemplo de ello: luchar por mantener en
los niños firme lo que conocemos como valores, para que al crecer no se desvíen
por ese rumbo que habitualmente toman quienes llegan al poder olvidando hacer
las cosas bien por los demás, de hecho, aprenden muy bien a hacer las cosas
mal.
Es por los
niños por quienes escribo arriesgándome a las críticas por pensar diferente, o
por escribir algo mal, o redactar mal, pero aún así escribo, porque lo fácil
sería no hacerlo.